Todo Eros

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Respaldado por un apantallante equipo de luces y sonido, Eros Ramazzotti protagoniza una velada inolvidable en el Teatro Fundidora

Miles de luces y sueños de esperanza encontraron su camino en la voz del cantautor italiano que habla de las cosas simples y ciertas de la vida, Eros Ramazzotti, quien la noche del sábado abarrotó el Teatro Fundidora.

En su primera cita con los regiomontanos, el romano fue más puntual que cientos de sus seguidores ya que, para cuando se corría el telón, apenas estaba ocupada poco más de la mitad del lugar.

Eran las 20:50 horas e iniciaba una odisea visual y auditiva de dos horas, en las que el cantante y su público, compuesto por una masa heterogénea de adolescentes de uno y otro sexo, féminas enloquecidas y parejas de todas las edades, lograron entrar en contacto, superando los avatares del tiempo, la distancia y el calor agobiante de la velada.

Vestido con una gran camisa negra de manga larga, que le resultó poco apropiada para la humedad de la Ciudad, jeans y sandalias, Eros abrió el concierto con “Cosas de la Vida”, tema líder de su más reciente grabación.

A la par de los primeros acordes, inició también la función de luces que, al surgir por debajo, sobre y detrás del escenario se reflejaban en los páneles movibles de 55 espejos que colgaban del cielo, duplicando el efecto multicolor, ya de por sí espectacular del equipo de iluminación y sonido del italiano.

“Hola, ¿cómo estás?, ¿todo bien? Tengo mucho calor”, saludó Ramazzotti mientras se ventilaba la camisa y trataba de quitarse de encima a las palomillas que lo rondaron toda la noche. “Con el nostro y el vostro, será mucho calor”.

Sentado en uno de los tres niveles del escenario compuesto por barrotes, interpretó “Una Historia Importante” en italiano, recibida por gritos de emoción y algunos chiflidos de reproche por no cantarla en español.

La atmósfera iba de un violeta intenso a un turquesa luminoso, con la figura del cantautor a contraluz o plenamente iluminada, siguiendo el ritmo y el ánimo de temas como “Terra Promesa” y “Fábula”, contando ésta con el apoyo de los presentes para cantar la historia del hombre que creyó encontrar la felicidad al estar solo.

Cuando llegó la hora de “Completamente Enamorado”, que recibió una de las mayores ovaciones de la noche, Eros ya se había desabrochado la camisa y literalmente sacaba la lengua, agobiado por el calor y por el esfuerzo de subir, brincar y bailar por el escenario tratando de prender al público.

Bastaba que Ramazzotti alzara un brazo o pidiera acompañar la pieza con aplausos para que los miles del auditorio lo siguieran, pero llegó un momento en que parecía exhausto, olvidaba alguna línea de las canciones, y los temas tranquilos, pese a ser encantadores por el acento particular de su autor, terminaron por apaciguar el ánimo de la velada, debido quizá también a la falta de potencia, más no de claridad, del equipo de sonido.

“Guantanamera”, donde Eros presumió sus aptitudes de bongosero, dio variación al programa, y el ver sola en el escenario a Emmanuela Cortesi, su corista de cabecera, interpretando “Exodos”, una oda a los amigos que se marchan, hizo que el público extrañara a Ramazzotti quien, al aparecer al final de la canción, fue todavía mejor recibido.

Habían transcurrido ya 40 minutos de concierto, se empezaba a sentir aire nocturno más fresco. Eros parecía revitalizado, se dejaba tocar por las afortunadas de la primera fila y, para entonces, algunas jóvenes se habían colado hacia el frente; unas lograron amontonarse en las sillas, mientras otras fueron regresadas a sus lugares por los elementos de control.

“Por ti, por mí, continuaré; querer, será poder”, alzó la voz, de nuevo armado con su guitarra eléctrica. Y así fue, porque bastó que el italiano buscará más el contacto con su público para que éste, de pie, se volcara hacia él, sin importarle si cantaba en español o en su lengua natal.

De ahí en adelante, Eros y todos en el Teatro Fundidora (incluyendo a los de elementos de seguridad) se turnaban para cantar las estrofas de “Toma la Luna”, “Otra como Tú” y “Si Bastasen un Par de Canciones”, a lo que el intérprete respondía con te quieros a Monterrey y enviaba besos.

De una canción a otra, Ramazzotti cambiaba de guitarra, requinteaba con oficio, se lucía en la batería, hablaba en italiano, pero traducía al instante y recibía en el aire objetos y regalos que le lanzaban al escenario.

Abrazos, gritos, encendedores y tantos brazos alzados a la vez conmovieron al cantante, quien lanzó su toalla y dos pares de baquetas al público tras desplazar al baterista en dos ocasiones.

Luego de presentar a sus músicos, se despidió de Monterrey, para volver momentos después a interpretar de nuevo y con más fuerza “Cosas de la Vida”.

El concierto volvía al punto de inicio y los presentes estaban listos para otras clásicas que se extrañaron en el programa, pero el tiempo había concluido y, con él, una de las mejores y más espectaculares veladas en la Sultana del Norte.

Ana Isabel Aguayo
[El Norte ]